viernes, 9 de diciembre de 2011

Un abrazo dice más que mil palabras

Hace 4 años llegué,  un viernes, a las oficinas de Somos para pedir información para ser voluntaria, la persona que me atendió me dio toda la información sobre el programa y aparte me invitó a participar en la kermes que tendrían al día siguiente.
            A la mañana siguiente llegué a la kermes junto con mi mejor amiga y nuestra función era apoyar en el área de bebidas para los voluntarios. Éramos tantos los voluntarios que estábamos en esa área que decidí pedirle a mi coordinadora que me asignara otra función y justo en ese momento  llegó Charlie, un amigo con discapacidad que sufre de parálisis y está en silla de ruedas, mi coordinadora volteó conmigo y me dijo: “ Quédate con Charlie un rato, en lo que busco a alguien de los otros voluntarios para que los apoyen” , recuerdo que en ese instante me pasaron por la cabeza tantas cosas, porque jamás en mi vida había convivido con alguien con discapacidad, no sabía qué cosas debía o no hacer, pero decidí que tenía que acercarme con Charlie y saludarlo, para mi sorpresa, Charlie no podía formar palabras, sólo hacía sonidos, como una especie de gemidos y movía sus manos para señalar cosas. No tenía idea de cómo comunicarme con él y eso me hacía sentir impotente y angustiada. Una de las voluntarias, que ya llevaba varios años en el programa se acercó conmigo y me dijo que ella se quedaría con Charlie y me pidió que buscara a nuestra coordinadora para ver en qué podía apoyar.
            Pasó el tiempo y empecé a participar en las actividades que tenían cada fin de semana, desde un inicio yo quería estar en el grupo de discapacidad intelectual, porque no me había sentido cómoda con mi experiencia con Charlie durante la kermess; los primeros dos fines de semana estuve con el grupo Rosa y me gustaba porque nos divertíamos mucho y las chavas del grupo eran muy alegres. Después de esos dos fines de semana, el tercer fin me pidieron que apoyara en el grupo Azul, que es el grupo de discapacidad física y en donde estaba Charlie, y el entonces orientador del grupo, me explicó cómo funcionaba el grupo y me asignó con un amigo con discapacidad.
            Estaba muy nerviosa durante las actividades en las que me tocaba apoyar al grupo Azul porque no sabía cómo tratar y comunicarme con los amigos con discapacidad del grupo.  Sin embargo un día en una actividad en la que fuimos a un museo, me acerqué a Charlie y él empezó a hacer ciertos movimientos, pero yo no entendía qué era lo que quería, entonces uno de los voluntario me dijo quiere que lo abraces, y mi reacción fue abrazar a Charlie, pero fue un abrazo con mucho cuidado porque no quería lastimar sus brazos, cuando estaba a punto de separarme de él sentía que sus brazos me envolvieron y me apretó a él, dándome el abrazo más cálido y tierno que he sentido en mucho tiempo, en ese momento comprendí que no necesitaba las palabras para saber y entender todo lo  que Charlie quería transmitir. A partir de ese día aprendí a comunicarme con Charlie por medio de sus expresiones, de sus ojos y sobre todo de sus abrazos.
Dos años después de esa experiencia, me dieron la oportunidad de ser orientadora del equipo Azul (que se dividió en Azul y Café) y de las primeras cosas  que le dije al voluntario que estuvo el primer día de campamento con Charlie fue: “Cuando sientas que no sabes cómo comunicarte con Charlie, abrázalo y sabrás exactamente lo que quiere decirte.”
            Esta es una de las enseñanzas más grandes que me ha dejado Somos, he aprendido a comunicarme de otras maneras aparte de la verbal y a transmitir mi amor de diferentes formas, he aprendido que mis amigos con discapacidad hacen que un gesto tan sencillo como un abrazo sea la sensación más especial que pueda existir.
Lucía Daniela Guaderrama Carballo


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